El juego: una actividad de alto valor formativo

Los niños y las niñas destinan la mayor parte de su tiempo al juego porque es su vía privilegiada para explorar el entorno — y para explorarse. En ese espacio simbólico pueden ensayar múltiples versiones de sí mismos sin las consecuencias de la vida cotidiana. Lejos de ser una trivialidad, el juego exige compromiso: mientras juegan se expresan con autenticidad y despliegan sus capacidades cognitivas, emocionales y sociales.

Continuidad del juego a lo largo de la vida

A medida que avanzamos hacia la adultez solemos relegar la práctica lúdica, absorbidos por obligaciones laborales y familiares. Sin embargo, la evidencia muestra que el juego favorece la creatividad, reduce el estrés y mejora la calidad de los vínculos en todas las etapas del ciclo vital. Compartir momentos de juego con los hijos e hijas, desde una posición adulta presente y respetuosa, fortalece la relación y establece modelos de interacción basados en la confianza y el cuidado mutuo.

Adolescencia: el “como si” identitario

La adolescencia es, por definición, un período de ensayos. Al experimentar con peinados, estilos de vestir y grupos de pertenencia, los y las adolescentes emplean estrategias lúdicas para buscar una identidad propia. Mantener una actitud abierta al juego brinda un contexto seguro donde explorar límites y asumir responsabilidades progresivas sin exponerse a riesgos innecesarios.

El juego y el desarrollo del lenguaje

La actividad lúdica impulsa la adquisición y la riqueza del lenguaje: narrar historias, inventar reglas y negociar roles fortalece la competencia comunicativa y la capacidad de abstracción. Al mismo tiempo ofrece oportunidades para expresar y regular emociones, condición indispensable para un desarrollo socio‑afectivo saludable.

Juego y Educación Sexual Integral (ESI)

La ESI propone derribar prejuicios, prevenir violencias y garantizar el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos. Empezar en la primera infancia es fundamental: a través del juego los niños y las niñas aprenden a reconocer su cuerpo, respetar el de las demás personas y valorar la diversidad. Además, la experiencia lúdica facilita identificar aquello que genera bienestar o malestar, favoreciendo la construcción de límites personales y el desarrollo de la autoestima.

Sugerencias prácticas

Con el objetivo de potenciar estos aprendizajes, se ofrece un “kit veraniego” de juegos familiares. Las edades recomendadas son orientativas; cada familia puede ajustar reglas y niveles de complejidad según sus necesidades. Lo relevante es dedicar tiempo de calidad, participar con interés genuino y sostener un clima de respeto y afecto.

En síntesis

  • El juego es la principal herramienta de aprendizaje y desarrollo en la infancia y conserva su valor a lo largo de la vida.
  • Compartir momentos lúdicos fortalece los vínculos familiares y favorece la autorregulación emocional.
  • El juego constituye un canal privilegiado para abordar contenidos de ESI: cuidado del cuerpo propio y ajeno, reconocimiento de las emociones y respeto por las diversidades.
  • Una práctica lúdica planificada, amorosa y respetuosa se traduce en experiencias formativas que perduran más allá del tiempo de juego.

Invitemos a madres y padres a reservar un espacio en la rutina familiar para jugar, conversar y crecer junto a sus hijos e hijas.