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El silencio como parte del proceso adolescente

Durante la adolescencia, muchos jóvenes se retraen y se comunican menos con sus familias. Esto puede generar preocupación, pero también puede ser un modo de reorganizar su identidad y su forma de estar en el mundo.

¿Hasta qué punto es esperable?

Es normal que haya menos diálogo que en la niñez. Sin embargo, cuando el silencio se vuelve absoluto, o viene acompañado de enojo constante, aislamiento extremo o cambios bruscos en su conducta, es necesario prestar atención.

Qué puede estar necesitando y no logra decir

  • Tiempo a solas para pensar y ordenar lo que siente.
  • Evitar presiones o preguntas constantes.
  • Seguridad de que el adulto está disponible sin invadir.
  • Un espacio seguro donde no se lo juzgue ni se minimicen sus emociones.

Cómo acompañar sin invadir

  • Estar presentes desde lo cotidiano: una merienda, una serie compartida, un paseo sin preguntas.
  • Nombrar lo que se observa sin acusar: “Te veo más callado, ¿estás bien?”
  • No forzar el diálogo: ofrecer la disponibilidad como algo constante.
  • Evitar minimizar lo que siente: para él o ella, es importante.

Señales para estar atentos

Aislamiento sostenido, pérdida de interés por actividades que antes disfrutaba, cambios en el sueño o la alimentación, agresividad inusual o tristeza constante. Estas señales requieren observación y acompañamiento.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Si los silencios se vuelven un modo de vida, si hay sufrimiento evidente o si la familia no encuentra caminos para acompañar, es momento de consultar. Un espacio psicopedagógico puede ser clave para abrir nuevos canales de expresión.

Siempre es recomendable consultar a un profesional ante cualquier duda.

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