¿Es normal que no quiera ir?
Es común que los niños, en distintos momentos del año o de su vida escolar, expresen desmotivación o desgano hacia el colegio. Pero cuando esta negativa se repite o genera angustia intensa, conviene prestarle atención.
Rechazo escolar ocasional vs. sostenido
- Ocasional: después de un fin de semana largo, vacaciones o eventos especiales.
- Sostenido: se mantiene en el tiempo, con síntomas físicos (dolor de panza, llanto, insomnio, etc.).
En el segundo caso, es clave no minimizar ni forzar la asistencia sin antes comprender qué ocurre.
Posibles causas emocionales o contextuales
- Ansiedad por separación.
- Dificultades con pares (bullying, aislamiento).
- Problemas de aprendizaje no detectados.
- Clima escolar poco contenedor o sobreexigente.
- Cambios familiares recientes (mudanza, divorcio, duelo).
¿Cómo acompañar desde casa?
- Escuchar sin juzgar: validar lo que el niño siente.
- No etiquetar (“caprichoso”, “vago”).
- Preguntar de manera abierta: “¿Qué te hace sentir así?”
- Hablar con docentes y referentes escolares.
- Ofrecer rutinas estables, contención y tiempos de calidad.
¿Qué pasa si forzamos la asistencia?
Forzar al niño a asistir sin trabajar sobre el malestar puede generar fobia escolar, retraimiento emocional o reacciones extremas. Es necesario equilibrar la asistencia con estrategias de acompañamiento respetuoso.
¿Cuándo consultar a un profesional?
Cuando el rechazo escolar se sostiene, afecta el bienestar general o interfiere con el desarrollo académico y emocional, es recomendable buscar ayuda psicopedagógica o psicológica. A veces, es la forma que tiene el niño de pedir ayuda sin palabras.
Siempre es recomendable consultar a un profesional ante cualquier duda.